sábado, 8 de julio de 2017

La hija de la luz de Chuck Russell

El mesías que bajó en Nueva York

Con la llegada del nuevo Milenio, la idea del fin del mundo y el enfrentamiento entre el bien y el mal, se puso de moda. Películas como "Estigma", "El juicio final" o el "El exorcista" con escenas nunca vistas, son una muestra de la idea que Hollywood tenía por esos tiempos.

Es el caso de "La hija de la luz" un filme que comienza de manera interesante, y que termina en un producto más del género. Las obviedades son muchas y los lugares comunes abundan de manera sorprendente.

La historia, que toma como base la novela de Cathy Cash Spellman, se podría resumir así. Una mujer, llamada Maggie O´Connors (Kin Basinger) debe hacerse cargo de su sobrina, de nombre Cody (Holliston Coleman) desde que su drogadicta hermana Jenna, (Angela Bettis) la abandona en su propia casa.

Así Maggie, que es una mujer madura, soltera y que trabaja como enfermera en un hospital, se encuentra, de un día para el otro, con una niña que cuidar y defender. A esto se le suma que la pequeña tiene problemas de socialización con el medio, lo que la hace una niña muy especial. Cody rápidamente toca el corazón de Maggie y se convierte en la hija que siempre había querido.

Su custodia se ve amenazada cuando, luego de 6 años, y en medio de una serie de extraños asesinatos de niños, Jenna regresa a buscarla junto a su flamante y acaudalado esposo, Erik Stark (Rufus Sewell) líder de un movimiento religioso del tipo "New Age". Los dos, raptan y se llevan a Cody.

En una oportunidad, conoce en el hospital a Cheri (Cristina Ricci) una ex miembro de la secta, quien le advierte del lugar en donde la tienen escondida. Con la ayuda del agente del FBI John Travis (Jimmy Smits), ex seminarista y experto en crímenes relacionados con lo oculto, salen en su búsqueda. Y hasta aquí cuento.

El Filme usa algunos simbolismos como el de la tentación de Satanás a Jesús, y el hecho histórico de la matanza de niños inocentes a manos de Herodes, pero tales alusiones no alcanzan la profundidad simbólica de "Estigma", el filme protagonizado por Patricia Arquette.

Mace Neufeld, productor del filme, le confió la dirección de la película de Chuck Rusell, un avezado realizador de filmes como "La máscara" o "El protector". Russell, hace agua y no sale de los convencionalismos del género, ya que su visión del mundo ominoso del diablo, se termina convirtiendo en un mero entretenimiento, con algunos efectos digitales de buena factura técnica, pero de innecesaria inclusión dramática.

El  filme se sostiene hasta los primeros 45 minutos iniciales  gracias a un suspenso que va creciendo en interés, pero a partir de la segunda mitad, la historia se diluye y todo termina con un final banal cargado de un intenso lirismo religioso.

Así y todo se puede ver sin inconvenientes, y esto es por su prolijidad y solvencia narrativa, pero al no tener la profundidad simbólica necesaria en este tipo de trama, hace que uno  se olvide de lo visto en apenas unos minutos. Una lastima.


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