miércoles, 24 de noviembre de 2010

El autor televisivo y su relación con el espectador

La relación autor - espectador está viciada de cierta nulidad teórica. Si partimos de la premisa que el espectador no es inocente frente a las historias que se plantean en la pantalla chica, toda discusión que se pueda generar a su alrededor resulta carente de sentido. Su  relación entre ambos es puramente dialéctica.
El espectador medio, no pretende, desde su posición omnisciente y datada de poder, el control remoto es un arma de autoridad innegable, ser el verdugo de un determinado programa, solo intenta vehiculizar su empatía con el producto en cuestión. La ideología emitida por el autor, es automáticamente procesada por el espectador para  después conceptualizarla con lo visto o aprendido. El espectador no trasforma sus valores culturales, en tal caso los recicla en función de sus expectativas como televidente, tratando de encontrar lo que su egocentrismo quiere o necesita.

Cada espectador es diferente del otro y las necesidades intrínsecas de cada uno pueden ser variadas, por eso sus valores culturales y sociales son inamovibles,  mientras que  sus expectativas son las que  cambian.
El guionista, debe ver al televidente como un comerciante ve a su futuro cliente. Si el público no mira el producto, no hay rating y por consiguiente el programa no vende y debe ser levantado de la grilla.
Un buen guionista debe motivar al espectador como el vendedor seduce al comprador  a través de ofertas tentadoras. ¿Cuáles es el equivalente a esas ofertas? Una buena historia y personajes creíbles.
El televidente elige que ver de acuerdo a sus gustos, no es un ente pasivo. Siempre que se está frente a un determinado hecho artístico, cultural o social se toma partido. Es muy difícil pensar que alguien va a estar sentado frente a un televisor viendo a un producto  audiovisual durante el tiempo que dure  y va a mantenerse pasivamente.

El caso más paradigmático es lo que sucedió en el público con el romance de Roxi (Mercedes Morán) y Panigazzi (Juan Leyrado) de “Gasoleros” de Gustavo Barrios, Ernesto Korovsky  y Pablo Lago (1998) la mayoría de los espectadores apoyaban esa relación extra matrimonial. Nadie pensaba en el pobre marido de Roxi (Manuel Callau) y ni siquiera lo veía como un marido engañado, porque aquella relación era tan idílica que pasaba la delgada línea de lo incorrecto. Para muchos,  aquella  relación era un símbolo de amor y no de adulterio, lo mismo sucedió con la relación entre Uriarte (Gabriel Goity) y Laisa (Florencia de la V) en  "Los Roldán" de Mario Schajris y Adriana Lorenzón (2005) Estos dos efectos de masificación en la platea, no son provocados por una mera cuestión de azar, sino por una adecuada caracterización de los personajes principales, un fuerte punto de identificación con el espectador y una perfecta acción dramática de la historia. Esta tácita aceptación por parte del público, que en otro contexto  provocarían reacciones, diría hasta adversas, se debe a que tanto uno como otro, (espectador y autor)  se necesitan mutuamente.

Por un lado, el guionista escribe sus guiones con la intención de obtener un éxito y necesita de la aceptación de espectador,  por otro lado, el televidente espera que el autor lo sorprenda con historias nuevas, con personajes fuertes que lo movilicen. Ahora bien, una vez que se produce la empatía, nace una dependencia entre ambos, la cual no puede ser defraudada.

La realiadad como punto de identificación

La televisión actual no pretende ser una formadora de identidad, ésta la da la audiencia. La identidad, representada a través de las ficciones, es una representación de la gente y es ella en definitiva,  la que se va a encargar de decidir si se identifica  o no. La televisión no impone  ni maneja la identidad.
Si un producto es aceptado, es por que el público se ha sentido identificado con él, entiéndase que sin identidad no hay identificación posible.
Al espectador común la gusta  verse representado en la televisión y busca encontrar allí a un referente de su barrio,  clase social, o vecino que le resulte afín. Si  en una tira o unitario los personajes están bien delineados, la identificación con el  público va a ser total.

Quizá, fue “Gasoleros”  de la productora Pol Ka  el  ejemplo más visible en cuanto a identificación masiva.  ¿Por qué la gente se enganchó tanto con los personajes de Roxi y Panigazzi?  Porque eran personajes, reconocibles, estaban en el barrio, en sus calles, los podían encontrar en el verdulero de la esquina, o la almacenera de la otra cuadra. 

En la práctica, la mayoría de las historias que se lanzan al mercado van  pasando por un período de aceptación o rechazo, lo que vulgarmente conocemos como empatía o antipatía. Si se produce el primero de los fenómenos, entonces el público eligió bien y por ende aceptó esa historia, mientras que si el espectador rechaza de entrada el producto, la situación se torna  completamente diferente y el programa va camino al fracaso.

Esta dialéctica tan perversa, pero a la vez necesaria entre espectador - autor  forma una especie de alianza en donde el televidente es el que va a ir dándole al  autor los lineamientos a seguir en los siguientes capítulos. Muchas veces sucede, que un personaje secundario, hasta ese momento  una figura de relleno y sin demasiada trascendencia, comienza a pegar muy bien en el público y de pronto, por su composición y su alto grado de  identificación con el televidente comienza a adquirir una carnadura hasta ese momento impensada.

Para no estar desprevenidos en estos casos, el autor debe chequear constantemente el nivel de recepción de cada personaje y entonces reformar los libros y darle a ese personaje el protagonismo que el público le pide. 
En los últimos años se ha intentado, desde la televisión nacional, abordar con una mayor fluidez el género de la ficción,  esto ha provocado que los productores se vuelquen a una línea de tiras, unitarios o miniseries  con cierto cariz de la realidad.
Lo que buscan es una fuerte identificación con el público, mediante personajes carismáticos, creíbles y reconocibles que tengan algo que ver con nuestra realidad diaria,  con hechos del entorno común y más especial de la, hoy tan vapuleada clase media. Lo que quiero decir con esto, es que, la realidad está ahí, es la vida misma la que genera las historias, solo que, hasta hace un par de años,  nadie se había dado cuenta que  la televisión,  es un  buen espejo donde poder mirarse.

Hoy, la realidad televisiva no pasa por retratar un hecho determinado sucedido hace un tiempo atrás, sino por mostrar costumbres, rasgos, personas, gente común,  que tiene que luchar día a día para conseguir el sustento diario, y ahí creo que está el logro de esta nueva generación de novelas, en  el reconocimiento de su gente.
Cada día que pasa la audiencia se vuelve más y más exigente en cuanto a seleccionar sus gustos y pretensiones y siempre se muestra abierta a nuevos productos.  Este es un proceso natural que lleva un tiempo de aceptación, pero una vez que el producto se ha posicionado, el público pasa a aceptarlo.

Para finalizar, considero que en estos momentos, la realidad no es un condicionante en la escritura del guión, sí un vehículo para el oportunismo en la obtención de un éxito. Abordar temas de nuestro entorno cotidiano, realidad representada, puede ser una moda, en cuanto a audiencia se refiere,  que, como toda moda, en algún momento puede quedar demodé y dejar de interesarle al público.

Vendrán entonces otras historias, otras creaciones, otras ideas en busca de esa identificación de la que tanto se nutre la industria de la televisión y por la cual existe. No hay que olvidarse, el espectador es que pide a los personajes y las historias que quiere ver, los autores  son solo intérpretes de sus gustos y exigencias, quienes sí condicionan a los guionistas son ellos y no la realidad.

La ficción en la televisión actual

En La televisión de ficción,  hay cierta preferencia con los modelos y estructuras ya conocidas, por eso funcionan  los esquemas como el de la pobre niña que vino del campo y se termina casando con el patrón de la estancia o las historias de hermanos que se aman y descubren que al final no son hermanos y pueden casarse libremente.

Desde hace un tiempo en adelante, las ficciones de tipo costumbristas ocuparon el espacio dejado por esas viejas telenovelas y lo han hecho muy bien. Desde su aparición, han ido mejorando y puliendo su estilo narrativo  hasta convertirse en una “moda” que como toda moda, en algún momento va a empezar a decaer y  de hecho eso es lo que le está sucediendo en estos momentos, un poco por falta de creatividad y reiteración temática en los libros  y otro poco por cierta saturación mediática.  Si bien la formula es la ideal, personajes creíbles más historias simples,  el público de hoy está cambiando sus gustos por otros que le generen nuevas expectativas.
El costumbrismo como género televisivo marcó un punto de inflexión muy fuerte, el gran desafío de los nuevos autores es encontrar la vuelta de tuerca  para que estas historias dejen de parecerse en cuanto a personajes, situaciones, escenarios y diálogos. Copiar modelos exitosos tiene un fuerte impacto en lo inmediato, pero a la larga, se termina pagando un alto costo  al ser víctima  de una  notable falta de creatividad. Los autores con  mayor capacidad creativa, son los que van a poder idear nuevas historias o formatos e imponerlos mediante su originalidad.

Es importante destacar la veta original que han encontrado la tiras “Resistiré” de Gustavo Belatti y Mario Segade (Telefe 2003) y “Montecristo” de Adriana Lorenzón y Marcelo Nacci (Telefe 2006) ya que ambas novelas supieron apartarse de esa  tendencia a hacer historias de barrio, para adentrase en un terreno, donde la ficción, recobra la simple y vieja idea del entretenimiento puro. A través de situaciones de alto impacto, en donde la acción y el romance fueron los pilares por donde transitó la trama,  los autores supieron escaparle al tedio del costumbrismo para re fundar el género e imprimir una nueva mirada sobre los contenidos de ficción en televisión.

Así “Resistiré”, con una idea muy original, que mezclaba lo policial, con el romance y la ciencia ficción y el tráfico de órganos, logro capturar al público desde el inicio, el cual llegó a momentos de gran fanatismo y con altísimos picos de rating. Por su lado “Montecristo”, tomó como base la novela homónima de Alejandro Dumas, para crear una historia de amor y venganza urbana, en donde  mediante una astuta trama revelaba los oscuros secretos de una familia poderosa. Gracias a una fuerte caracterización  de sus personajes, más la oportuna incorporación de aspectos ligados al pasado reciente de Argentina, hicieron que esta novela se convierta en muy corto tiempo, el éxito de la última temporada televisiva...

Más en el libro Introducción al Guión Cinematográfico y Televisivo. Teoria y Técnica de la Escritura Audiovisual

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